¿En verdad “vamos bien”? ¿Está realmente funcionando la “Susana Distancia”?

Pandemia 11

 

Dra. Laurie Ann Ximénez-Fyvie
Ciudad de México, 17-abril-2020

 

Ayer en ‘la mañanera’ y en la conferencia vespertina, se presentaron los datos para nuestro país, que Apple https://www.apple.com/covid19/mobility y Google https://www.google.com/covid19/mobility/ han dado a conocer a través de sus reportes de movilidad comunitaria. Los reportes permiten conocer la observancia, por parte de la ciudadanía, de las estrategias y campañas gubernamentales de mitigación de la pandemia, a través del aislamiento y distanciamiento social. Tanto el presidente de México como el subsecretario de salud, repetidamente, enfatizaron que la respuesta de los mexicanos ha sido “muy buena”, que “vamos bien”. En palabras del presidente: “la gente ha aplicado las medidas, ha hecho caso, nos ha ayudado, y se ha comportado de manera ejemplar, […] nuestro pueblo ha actuado de manera muy responsable, […] la inmensa mayoría del pueblo se ha portado muy bien”.

Bueno, pues me permito disentir.

Cuando se presentan los datos de un país de manera aislada, sin el comparativo con otros países, su interpretación resulta incompleta y tendenciosa. No quiero pensar mal, pero la recurrencia en la utilización de este ‘recurso’ por parte de nuestras autoridades, hace plausible suponer que esa es, precisamente, su intención: difundir interpretaciones sesgadas. El último reporte de Google del 11 de abril, indica que en México se ha reducido en un 66% la movilidad para compras no-esenciales y recreación, 63% en el transporte público, y 54% en parques, playas y otros espacios abiertos. Esas cifras vistas como valores aislados, sin referencia comparativa alguna, podrían llevar a muchos a pensar que, efectivamente, “vamos bien”. «¡Caray! son reducciones de más del 50%, suena bien», ¿cierto? Pues, no. Suena bien, pero no está bien. Explico con datos duros que presento en la siguiente tabla, por qué no vamos bien, y por qué es necesario hacer un llamado enérgico a las autoridades a que tomen un control real de la situación y se dejen de discursos fáciles y superfluos:

En pocas palabras, de los países citados, a excepción de EU, México es en el que la comunidad observa menos las medidas de mitigación. Tenemos —una vez más— la oportunidad invaluable de aprender de las experiencias previas de otros países, y de actuar en consecuencia para lograr un mejor resultado. No lo hicimos al inicio de la pandemia y aquí estamos: a punto de entrar en la etapa más dramática en la que veremos a muchos mexicanos morir —trágica e innecesariamente—, nuestros sistemas de salud en riesgo de colapsar, y las autoridades sanitarias viéndose en la necesidad de redactan documentos para asentar los criterios que el cuerpo médico deberá seguir para decidir qué mexicanos recibirán tratamiento, y a cuáles se tendrá que dejar morir. Todavía es tiempo para actuar. Siempre será tiempo para actuar y corregir, por lo menos parcialmente, el camino. Nada más que, entre más pronto mejor. Esta no es una catástrofe de corta duración. El fondo del abismo no lo podemos siquiera visualizar todavía. Por mal que se ponga la situación en un momento dado, se puede caer aún más profundo. Si bien es cierto que este primer ‘tsunami’ ya no se puede detener; sí se puede, por lo menos, tener un control parcial de cuántos ahogados habrá. Las acciones emprendidas por las autoridades en Alemania, así lo demuestran.

Los datos que presento en la tabla anterior indican que incluso en países en los que existe una observancia de las medidas de mitigación muy superior a la que hay en México, cuándo el avance de la pandemia (la ‘curva’) llega al crecimiento exponencial, e incluso cuando inicia la declinación, el resultado es terrible y dramático. Basta sólo con ver que en países como España e Italia que van de bajada en su ‘curva’, después de muchas semanas, se siguen presentando en promedio entre 4,169 y 5,890 nuevos casos, y entre 631 y 721 nuevas defunciones cada día. Ni se hable de los países como Francia y Reino Unido que van un poco atrás, y cuyas ‘curvas’ están apenas en la fase de crecimiento exponencial. Ahí, en promedio se están presentando entre 4,951 y 7,266 casos nuevos, y entre 752 y 980 nuevas defunciones diarias. Los cuatro países anteriormente mencionados tienen, además, índices de mortalidad muy elevados, en el rango de 10.2% a 12.8%, a pesar de que sus capacidades económicas y sus sistemas de salud son muy superiores a los nuestros. En la última fila de la tabla, proporciono también el ejemplo de un país en el que la observancia de las medidas de mitigación es aún peor que en el nuestro, Estados Unidos. El resultado funesto es evidente: 31,625 casos nuevos y 1,546 defunciones al día en promedio. En conjunto, los datos indican que, si en este momento parece que “vamos bien”, es sólo porque vamos atrás cronológicamente en el desarrollo de la ‘curva’ y porque las autoridades se empeñan en hacernos creer que es así. No existe evidencia alguna para suponer que nuestro caso será milagrosamente distinto al de los demás países. No hay estampitas ni amuletos que nos protejan de eso. Existen sólo evidencias, y las evidencias indican —de manera simple— que con los niveles de observancia de las medidas de mitigación que tenemos en este momento en el país, podemos esperar, en el mejor de los casos —es necesario considerar también las diferencias en capacidades económicas y sanitarias—, resultados más positivos que los de EU, pero peores que los de Italia, España, Francia y Reino Unido. ¿Estaremos como pueblo preparados para ver morir a decenas de miles de nuestra propia gente en las próximas 6 a 12 semanas?

Me parece que ya basta de minimizar la situación y de querer ‘pintar de rosa’ los hechos. Los mexicanos no necesitamos que nos digan las cosas ‘bonito’ y con cuidado, necesitamos que nos digan la verdad con todas sus palabras, por dura o difícil que sea. Nos merecemos —como mínimo— esa consideración. El tipo de manipulación de la opinión pública que las autoridades emplea no sólo es insultante, sino que es verdaderamente peligrosa, irresponsable, y contraproducente al esfuerzo por procurar minimizar el impacto negativo de la pandemia. El escudo de querer evitar el pánico entre la población, no los protege más. Aquí el verdadero peligro es la displicencia de la población, no el pánico. En estos días me he estado preguntando si no hubiera sido mejor publicar la susodicha “Guía Bioética de Asignación de Recursos de Medicina Crítica» y explicarla con puntos y señas a la ciudadanía, desde principios de febrero. ¡Vaya que eso sí da miedo! Tal vez así, la gente acataría de mejor manera, y sin quejas, las medidas de mitigación. Lo cierto es que apremia que nuestras autoridades tomen medidas contundentes para minimizar la pérdida de vida y el sufrimiento que están asomándose ya a la vuelta de la esquina. Es urgente que las estrategias se ajusten, sobre la marcha, de acuerdo con las evidencias científicas disponibles y con la experiencia de otros países.

La evidencia científica es clara. Las medidas de mitigación mediante el aislamiento y el distanciamiento social funcionan. Entre más temprano se instituyen y más estrictas son, funcionan mejor. Salvan vidas. Aquí, un par de publicaciones que sustentan esas afirmaciones:

https://www.vox.com/future-perfect/2020/4/15/21217027/coronavirus-social-distancing-flatten-curve-new-york

https://www.nytimes.com/2020/04/14/opinion/covid-social-distancing.html

Sin embargo, ninguna medida funciona si no existen mecanismos de verdadero control por parte de las autoridades. Aplaudo que se hayan instituido las medidas de mitigación en nuestro país; no así, que hayan venido tarde. Tampoco que se reparta irresponsablemente el discurso de que marchan bien las cosas cuando no habla de la realidad, y mucho menos, que ahora se esté tratando de girar la carga de responsabilidad de esta tragedia, a la ciudadanía. En los últimos días, entre líneas, en las conferencias de prensa se percibe un murmullo: «Nosotros les dijimos que se quedaran en casa y ustedes no hicieron caso, ahora miren cuántos muertos tenemos…» ¡No! Es cierto que, en este momento, la responsabilidad recae sobre ambas partes: ciudadanía y autoridades. La gente tiene que tomar responsabilidad y hacer lo necesario para ser parte de la solución y no del problema, en beneficio de todos. Pero no hay que perder de vista que marchamos juntos sobre este camino, gracias a que las decisiones y medidas tomadas por las autoridades al inicio de la pandemia, se caracterizaron por lentitud, pusilanimidad y carencia de visión. Los ejemplos de Taiwán y Nueva Zelanda, así lo demuestran. En esos países, la situación actual es radicalmente mejor que en casi todo el resto del mundo. Las jefas de Estado de aquellos países, después de haber sido fuertemente criticadas y presionadas al inicio, deben ahora estarse pitorreando, y con justa razón. Seguramente, duermen bastante más tranquilas por las noches que muchos otros políticos. Sólo espero que, a posteriori, cuándo esta historia se escriba, los historiadores no pierdan jamás de vista eso, de otra manera, este evento dejará poco aprendizaje de valor, para que generaciones futuras no repitan los mismos errores.

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Una respuesta a “¿En verdad “vamos bien”? ¿Está realmente funcionando la “Susana Distancia”?

  1. Buenos días doctora Laurie Ann he leído un artículo de un médicamente llamado ivermectina, el cual en sinaloa lo están recomendado para el uso de coronavirus y la gente lo está comprando y usando indiscriminadamente usted sabe de eso ? Saludo.

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